El último grito de Slayer en Santiago

Santiago Gets Louder. Fotos: Rodrigo Navarro.

La agrupación de Tom Araya se despidió de los escenarios chilenos en Santiago Gets Louder, festival que también incluyó a Kreator, Anthrax y Pentagram. El martes el epílogo será en Viña del Mar.


A las 13:30 ya se veía un ejército de uniformados en las afueras del Estadio Bicentenario de la Florida, ubicado a quince minutos del metro Rojas Magallanes. Sujetos de cabellera larga y otros de cabeza rapada, vestían poleras negras con nombres como Mötorhead y Iron Maiden, mientras reían y sostenían latas de cerveza cuando las patrullas de Carabineros paseaban por las calles de la comuna. A diferencia de otros eventos masivos, el domingo 6 de octubre cobraba un valor especial: Slayer se presentaría por última vez en Santiago, en un festival que también incluiría las presentaciones de Anthrax, Kreator y Pentagram. Estos últimos fueron los primeros en tocar.

La banda de thrash/death subió al escenario de Santiago Gets Louder a las 15, horario en que la temperatura aún era alta y el sol iluminaba gran parte de las localidades, situación que no impidió que los asistentes hicieran justicia a uno de los pioneros del metal sudamericano. Por un momento pensé que sería una suerte de calentamiento para el resto de la programación, pero los mosh pits se formaron de manera inmediata en ambos costados delanteros de la cancha, mientras que uno de los fanáticos daba vueltas en círculos con un trozo de las plataformas —que se utilizan para proteger el pasto— en sus manos. Aquel acto sutil reveló las primeras luces de lo que se vendría más adelante.

Cuando Kreator inició su espectáculo a las 16:45, el golpe fue brutal: el recinto ya estaba —casi— lleno y las zapatillas volaban por sobre la multitud, mientras que los remolinos aumentaron hasta llegar al borde de la galería. A estas alturas, ya no sorprende la complicidad entre los alemanes y sus seguidores chilenos. Los autores de "Extreme agression" fueron la primera banda extranjera del género en visitar Chile desde el retorno a la democracia, el mismo año en que miembros de la comunidad eclesiástica se opusieron —con resultados efectivos— a lo que podría haber sido el primer recital de Iron Maiden en 1992. Aquel acontecimiento fue recordado por el mismísimo Miland Petrozza durante su show, el cual reunió un listado de trece canciones que abarcó la mayor parte de su trayectoria de manera equitativa. Frente a miles de manos alzadas con el símbolo de los cuernos que popularizó Ronnie James Dio, el grupo de thrash protagonizó un retrato verídico que quedó inmortalizado como reflejo de los cambios que ha experimentado el país.

Al término de "Pleasure to kill" de su álbum homónimo, los espacios ya estaban colapsados. Comprar en los foodtrucks o en las tiendas oficiales de merchandising se convirtió en un objetivo difícil, en donde los asistentes se abrían paso para asegurar una posición en filas extensas y de ritmo aletargado, pero a nivel general, no se escuchaban comentarios al respecto. Anthrax se presentaría en menos de una hora y había que recuperar energía.

Luego de que el público cantara "The number of the beast" de Iron Maiden (la cual sonaba por los parlantes del estadio), se escuchó el primer riff introductorio de Scott Ian: "Cowboys from hell" de Pantera. El caos se desató de forma inmediata, para que —segundos más tarde— entrara el resto de la agrupación a iniciar "Caught in a mosh", uno de los himnos más emblemáticos de los estadounidenses. Joey Belladonna se paseaba por todo el escenario, mientras que el bajista Frank Bello saltaba mientras hacía las líneas de bajo. Al otro lado, Scott Ian agitaba la cabeza y esbozaba sus clásicas expresiones faciales que dejan al descubierto su dentadura.

La energía fue en ascenso de manera proporcional al setlist. Títulos como "Got the time", "I am the law", "Madhouse", "Be all, end all", "Efilnikufesin (N.F.L.)", "Antisocial" e "Indians" ambientaron un alboroto en el que contar los moshpits simultáneos se convirtió en una tarea confusa, más cuando el vocalista bajó a las pasarelas para cantar junto a sus seguidores. Cada vez quedaba menos para presenciar el acto principal de la jornada.

El 22 de enero de 2018, Slayer anunció su despedida de los escenarios. Después de enfrentar la muerte del guitarrista Jeff Hanneman en 2013 y la expulsión de Dave Lombardo el mismo año, los únicos miembros originales que permanecieron fueron Kerry King y Tom Araya, quienes reclutaron a Gary Holt y a Paul Bostaph como parte de su formación definitiva.

La conexión del cantante y bajista con el territorio nacional es más profunda que en un ámbito netamente artístico: nació en Viña del Mar en 1961, para luego emigrar con su familia a Estados Unidos cuando tenía cinco años. Ahí, su hermano le enseñó a tocar el instrumento en el que se desenvuelve hasta la actualidad, en el cual solía practicar canciones de The Beatles y The Rolling Stones, según comentó en una entrevista a Knack en 2005. Hoy, su banda es considerada una de las más influyentes en la escena del thrash metal, además de una de las favoritas de la cartelera nacional.

A las 21:00 se escucharon las primeras melodías de "Delusions of saviour", mientras dos telones negros —posicionados en el frente del escenario— recibían las imágenes de estrellas invertidas y el logo de la agrupación. Estos cayeron con "Repentless", instancia en la que dos bengalas se prendieron en dos sectores distintos de la cancha, acción que se repitió de manera sistemática durante todo el espectáculo. La intensidad de los riffs de Kerry King y Gary Holt se manifestaban como gritos desesperados en busca de un desorden inmediato, mientras que las baterías de Paul Bostaph retumbaban en los oídos de los asistentes, quienes replicaban sus ritmos desde las butacas. Por su parte, Tom Araya permanecía quieto, mientras gritaba canciones como "Disciple" y "Chemical warfare" con un timbre anormal para un hombre de 58 años.

Entre los temas, realizaba breves intervenciones en español en las que agradecía a sus seguidores y les pedía que gritaran, nada fuera de lo común. Después de interpretar títulos desde Show no mercy (1983) hasta su último álbum de estudio, los músicos siguieron con himnos como "Raining blood" y "Angel of death", para así finalizar con su última presentación en Chile frente a una multitud que se descontroló de manera unánime.

King y Holt tiraron varias de sus uñetas a las primeras filas, mientras que al medio de la cancha se armaban peleas para conservar las baquetas que Bostaph había lanzado hace unos segundos. Mientras tanto, Araya perdía su mirada en el público, la cual sólo desvió en el trayecto para agradecer en ambos extremos del escenario, a ratos con una de sus manos en el bolsillo. De vuelta en el centro, sus labios se desfiguraban —aparentemente— de manera involuntaria. Alguien mencionó en las cercanías de la sala de prensa que había soltado un par de lágrimas, hecho difícil de precisar con seguridad a través de las pantallas, pero que de todas formas, parecía posible en aquel retrato. La tranquilidad después del caos. La inmovilidad tras la vorágine. Luego de respirar profundamente con una mano en el micrófono, gritó dos veces "viva Chile", para luego cerrar sus ojos con fuerza y vociferar: "¡Viva Chile mierda!".

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