“No hay hombres como yo, sólo yo”: por qué Jaime Lannister es lo mejor de Game of Thrones

Jaime-Lannister

Desde el momento en que Jaime Lannister incrustó su espada en el cuerpo de Aerys II, el Rey Loco, selló su destino. Presentado como un traidor incorregible, prejuzgado como un caballero que perdió todo su honor al romper los juramentos, y apodado como "Matarreyes" por cada personaje que aparece en la serie, Jaime parecía no tener remedio. Más aún si se sumaba a la ecuación su relación incestuosa, ese amor enfermizo que protagonizó junto a Cersei. Pero son precisamente esas decisiones las que curtieron los códigos que hicieron de él un tipo distinto. En un relato atiborrado de héroes y antihéroes, el león dorado, para bien o para mal, leal y enamorado, encarnó lo mejor de la exitosa serie. Acá, los porqués.


—¿Cuántos hombres has matado? ¿50? ¿100? No lo recuerdas... Incontables.

—Incontables suena bastante bien.

—¿Y cuántas vidas salvaste?

—Medio millón. La población de King's Landing.

Diálogo entre Qyburn y Jaime Lannister (S03E07).

En Game of Thrones casi como si se tratara de un ejercicio ineludible —y acaso ése sea precisamente el porqué la apuesta de David Benioff y D.B. Weiss retratando la obra más representativa de George R. R. Martin alcanzó tales niveles de éxito— sus personajes, prácticamente todos, sin importar su casa nobiliaria, cargan con perfiles y tramas fascinantes; y en su mayoría, lo que genera mayor interés, parecen estar colmados de matices que impiden definir con claridad al final de cada capítulo quién es el verdadero héroe: culminada la serie, por ejemplo, Eddard Stark es tal vez el único ciento por ciento íntegro.

—El escenario cambia radicalmente si hablamos de los villanos: Cersei Lannister, Joffrey Baratheon o Ramsay Bolton son sólo algunos de los personajes que operaban desde la más abyecta maldad y que supieron concentrar el odio de la fanaticada cada domingot—.

Jaime Lannister, en cambio, resulta atractivo porque, a diferencia de los otros, sigue su propio código. "No hay hombres como yo…, sólo yo", le escupió, aun encadenado tras su derrota frente a Robb Stark como anunciando su particular naturaleza, a Catelyn Stark durante el S01E10.

A Jaime, interpretado por Nikolaj Coster-Waldau, lo conocemos rápido: en ese primer capítulo, lento, tedioso, casi un prólogo —y prácticamente un spoiler de lo que vendrá: con una familia Stark protagonista, la más noble y la más sufrida—, se lo presenta como un tipo vanidoso, grande, fuerte, de aspecto severo, el león dorado, un guerrero feroz con una prehistoria que lo escolta a cada sitio que visita, una atmósfera que se refleja en los ojos y las expresiones de quienes lo miran y le temen, también en los murmullos y, cómo no, en ese apodo que lo asedia y que, revelará después, tanto odia: The Kingslayer.

—De entrada relatan cómo, aun miembro de la Guardia Real, rompió su juramento y asesinó rey Aerys II durante la rebelión de Robert Baratheon—.

Es en ese primer capítulo, además, que Jaime comienza a hacer de Game of Thrones lo que es realmente Game of Thrones: sorprendido intimando con su hermana Cersei, la esposa del Rey Robert, no se hace mayores problemas y empuja al vacío desde lo más alto de una torre a Brandon Stark, el detective de turno. Era entonces presentado como el mayor hijo de puta posible: un matarreyes al que no le importó matar al hijo menor de sus anfitriones —no lo consiguió— con tal de mantener en secreto su relación incestuosa y mantener intacto el honor de su familia.

Con el pasar de las temporadas, sin embargo y por suerte, ese personaje, encarnación del villano, a priori detestable, inescrupuloso, visto por los otros como un tipo que perdió toda clase de honorabilidad, de algún modo logra volcar esa percepción: si bien sus pecados siguen ahí, ahora somos capaces de entenderlos. Detrás de cada una de sus maniobras, de su ambigüedad y sus propias contradicciones, hubo siempre un porqué. Sus códigos siempre estuvieron presentes, sin importar que eso le valiera el repudio del resto, o que simplemente no le entendieran. Eso deja entrever en una de sus mejores temporadas, la tercera, cuando emprende el viaje de regreso a King's Landing junto a Brienne de Tarth.

La virilidad de Jaime se construyó a partir de la violencia, de su destreza como caballero; no por nada era considerado el león dorado, sucesor de su Tywin, y parte importante de la Guardia Real —Robb Stark, sin ir más lejos, evitó el enfrentamiento directo porque, supo leerlo, perdería—. Y se sostuvo en esa infame reputación por la que todos le temían y/o despreciaban. Pero en ese periplo su mano derecha, esa con la que mató al Rey Loco, le fue arrebatada. No era menor: también perdió la confianza que proyectaba y las ganas de continuar. ¿Quién era ahora?, se preguntaba. Es allí, en medio de su depresión, donde deja ver acaso su lado más dickensiano: cansado del boca-en-boca, de que lo juzgaran sin conocer sus motivos, Jaime accede por fin a contar su verdad. Una de las mejores escenas de la serie, en los baños de Harrenhal, de frente a Brienne (S03E05):

—Si eso es verdad, ¿por qué no le contaste a nadie? ¿Por qué no a Lord Stark? —redobló la apuesta la mujer.

—¿Stark? ¿Crees que el honorable Ned Stark quería escuchar mi versión? Una sola mirada le bastó para considerarme culpable... ¿Con qué derecho puede el lobo juzgar al león? ¡¿Con qué derecho?!—contestó, mientras se desvanecía.

—¡¡¡Guardias!!! ¡El Matarreyes!

—Jaime. Me llamo Jaime.

En esa escena, Jaime, además de cambiar la perspectiva de la doncella de Tarth y del público, confirmó ser uno de los personajes más ricos —sino el más— en cuanto a historia, personalidad y psicología. Un entramado que siguió su progresión dramática/narrativa con su regreso a la capital de los Siete Reinos, cuando enfrentó la desidia de su hermana —el amor de su vida—, el desprecio de Joffrey —su hijo— e incluso de su padre, quienes ahora dudaban de su capacidad. El contexto lesionó de gravedad la autoimagen del sucesor de los Lannister, que lejos de ser el villano que debutó en el S01E01, ahora se presentaba como la consecuencia de varias temporadas.

Ese arco evolutivo le permitió seguir avanzando y abandonar la careta inicial —exceptuando sin dudas cuando viola a Cersei frente al cuerpo del recién fallecido Joffrey, una secuencia que evoca lo peor del primer Jaime (S04E03)—: por ejemplo, enfrentándose a los suyos, fue siempre defensor de Tyrion, el único que lo trató como familia, liberándolo incluso para que escapara de la muerte; pese a la orden inicial, le dio la oportunidad a Olenna Tyrell de morir dignamente, sin tener que sufrir humillaciones en la capital; y, sin tener por qué hacerlo, nombró caballero a esa suerte de psicóloga/amiga/amante que supo ser Brienne de Tarth en la última temporada.

Precisamente Brienne fue quien estuvo más cerca de fracturar esos ideales, inentendibles para muchos, que hacen de Jaime un personaje tan complejo e interesante. Pero pese a saber que su padre y sobre todo su hermana le degradaban como individuo y sacaban lo peor de él, una lealtad a prueba de todo y, más aún, un amor como no hay otro —digamos, sus códigos— lo marcaron para siempre. Jaime no podía morir de otra manera: "En los brazos de la mujer que amo", le explicó a Bronn alguna vez.

Ese amor, seguramente enfermizo, es su mejor retrato: Jaime ama a Cersei contra todo y contra todos. La siguió amando aun cuando la exreina lo rechazó; aun cuando acabó con los Tyrell haciendo explotar el Septo de Baelor; aun cuando nunca pudo sostener a sus hijos entre sus brazos, y peor aún: los vio morir uno a uno sin poder hacer nada, por las acciones de ella; aun cuando por fin se decepciona ante una nueva mentira, cuando Cersei engañó a Jon y Daenerys prometiéndoles su ayuda en la lucha contra los White Walkers; aun cuando, supo, en su ausencia ella se acostó con cuanto hombre quiso.

Así y todo, cuando se enteró del peligro que corría su amada, escapó con la ayuda de Tyrion, eludió a todo quien se le atravesara y tuvo un enfrentamiento a muerte con Euron Greyjoy solo para cumplir, una vez más, una promesa: morir junto a ella. Ese es Jaime Lannister, el mejor personaje de Game of Thrones, el que encarna de mejor manera la trama de la serie, el más complejo, un antihéroe odiado por su acto más correcto, un hombre juzgado durante toda su vida, pero que murió con una pequeña victoria a su haber: sabe, fue el más honorable de todos.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.