Freud y C. S. Lewis: sermones y prédicas de dos iluminados

Noguera-y-Campos

Héctor Noguera y Cristián Campos protagonizan La última sesión de Freud, la obra de Mark St. Germain que llega al Teatro UC el próximo jueves. La ficción propone un debate existencial entre ambos, con la guerra de fondo.


Londres amanecerá con el rugido de los aviones. El 3 de septiembre de 1939 pasará a la historia: Inglaterra y Francia le declararán la guerra a la Alemania nazi, y el rey Jorge VI pronunciará el discurso para el que tanto ha ensayado: "Con la ayuda de Dios, prevaleceremos". Un veterano Sigmund Freud de 83 años sigue atento los reportes de la BBC. "Tengo que agradecer a su Dios de que me haya bendecido con este cáncer que no me permitirá ver otra guerra", dice el neurólogo austríaco de origen judío, perseguido por Hitler. Esa mañana, el padre del psicoanálisis espera en su escritorio una visita que él mismo ha concertado: el escritor y ensayista inglés C. S. Lewis.

Como Vladimir y Estragón en la espera de Godot, o los protagonistas de Sunset Limited de Cormac McCarthy, un creyente intentará dialogar con un materialista que ha comenzado a dudar antes de morir. Las figuras históricas son el fetiche del dramaturgo estadounidense Mark St. Germain (1955): Einstein, Scott Fitzgerald y Hemingway han protagonizado sus obras. Y en La última sesión de Freud, que debutará en el Teatro UC el próximo jueves 16, dirigida por Marcelo Alonso, su autor enfrenta a dos de los grandes intelectuales del siglo XX.

Rebelarse ante Dios

Freud y Lewis nunca se conocieron. En 1967, el psiquiatra Armand Nicholi se encargó de reunirlos: dictaba un seminario de filosofía racionalista y atea en Harvard, inspirado en las teorías freudianas, y ante la presión de sus alumnos sumó otro punto de vista más religioso. Allí aparecieron los textos de Lewis, un excombatiente de la Primera Guerra Mundial que se convirtió al cristianismo en 1917. Hasta su muerte, en 1963, escribió libros de divulgación, como Mero cristianismo (1952), y también novelas, como Las crónicas de Narnia (1950-1956).

En 2002, Nicholi publicó La cuestión de Dios, ensayo que enfrentó las visiones de ambos acerca del amor, el sexo y, por cierto, la existencia de Dios. En él se inspira este premiado e imaginario encuentro, estrenado en Broadway en 2010.

"Freud y Lewis se enfrascan en una discusión entre la ciencia y el arte, uno desde el psicoanálisis y el otro desde la literatura. Son dos maneras de ver la vida, y aquí se presentan como un debate contradictorio, pero uno ve en el desarrollo de la obra cómo ambas corrientes se implican. Es un reflejo de esta época", dice Héctor Noguera (81).

Sentados en un café frente a la Plaza Ñuñoa, el Premio Nacional de Teatro y el actor Cristián Campos (62), quienes ya habían compartido el escenario en El misántropo, Hamlet y otras obras, cuentan cómo retrataron a dos de los pensadores más influyentes del siglo pasado. Interpretan a Freud y Lewis, respectivamente, y, si bien los defienden, también toman distancia de ellos.

Tras huir de Austria y aquejado de un cáncer bucal, Freud orquestará su propia muerte en Londres: el 23 de septiembre de 1939, su médico le inyectó una dosis letal de morfina.

"Freud es una parte fundamental de la vida contemporánea", retoma Noguera. "Sus teorías se filtran en todo, aunque hoy haya psicoanalistas que estén en su contra. Y no los culpo, pues Freud especuló excesivamente sobre los casos en los que se detuvo, sobre todo en sus asociaciones con la sexualidad. Es algo que Lewis le enrostra, pero Freud ve en la discusión una fuente de conocimiento. Por eso llama a un espiritualista al 100% como Lewis, para resolver sus propias dudas", agrega.

Campos reivindica la conversión de Lewis: "El viraje de laucha en su vida me resultó atractivo, y como actor me permite darle un peso a ese rol", comenta. "Yo ya pasé los 60 años y, en términos existenciales, cada vez valoro más la capacidad y valentía de algunos de cobrar su derecho a contradecirse. No es fácil intentar explicarle al doctor Freud esta epifanía a la que Lewis llama 'júbilo'. No es algo conceptual. Pero él no fue un converso piola, más bien se dedicó a hacer proselitismo de todo eso en lo que creía. Yo me alíneo más con Freud".

El estallido de la Segunda Guerra como telón de fondo tampoco es casual en la obra, agrega Campos: "El hecho de creer o no creer en momentos en que pareciera que Dios nos ha abandonado, es totalmente atingente. Uno ve las noticias y queda de manifiesto que estamos solos. Hay algo de candor en esa fe ciega".

"Sin duda", acota Noguera, quien en los últimos años ha leído acerca de San Pedro y San Pablo. En especial sobre este último, quien pasó de perseguir cristianos a adorar a Cristo: "Cuando le preguntan cómo es posible que un ser como él se convierta, San Pablo dice: 'La diferencia es que yo sabía a quién perseguía, pero tú nunca supiste a quién seguías'. Eso es bastante decidor. Es como el amor, un acto de fe completo y ciego en el que se involucran dos personas. Por eso el diálogo entre Freud y Lewis es tan llano y urgente, pues a los dos les duele lo mismo. Son igual de vulnerables", dice.

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